viernes, 10 de abril de 2009

La hija del sepulturero

Joyce Carol Oates
Alfaguara. Novela de 688 páginas. Edición 2009.

Joyce Carol Oates (Lockport, 1938) es la más prolífica pluma de Estados Unidos. Ha publicado casi cuarenta novelas, veinte libros de cuentos, ocho de poesía, siete obras de teatro, seis ensayos, varios textos infantiles, incontables artículos periodísticos. ¡Cuanto talento! Ella se define como “una escritora de cuello azul”. Trabaja duro todos los días. Su última novela, de gran fuerza dramática, confirma que no siempre la cantidad es enemiga de la calidad. También demuestra porque Truman Capote, ese estómago delicado, la detestaba. Harold Bloom ha definido a Oates como “nuestra auténtica escritora proletaria”.
La obra -un homenaje a la abuela de la autora- explora la vida de una heroína típica de Oates. “No hay escritor estadounidense que se haya consagrado con tanta perturbadora intensidad a las vivencias y consecuencias de la victimización”, escribió Carol Frazier. En efecto, Rebecca Schwartz, la protagonista, pasa una infancia y juventud espeluznante. Su padre, el sepulturero, es una víctima de la barbarie nazi. La otra cara del sueño americano. Un inmigrante resentido, artero y perturbado que termina asesinando a la esposa de un escopetazo para volarse luego la tapa de los sesos. Rebecca huye, crece, empieza a trabajar, se casa -enamorada- con un gigante que tiene un costado siniestro. Nace un niño. Tres años después todo se desmorona: la chica y el pequeño se fugan de una granja miserable después de que el matón les propinara una fenomenal paliza. La segunda parte del libro relata la reinvención de la protagonista, con otro nombre, identidad y temperamento. ¿Por qué no? Estamos en América. La verdad más profunda del alma estadounidense es la superficialidad de historieta de su gente, escribió Oates. No es difícil crearse una personalidad.
El libro pues consta de dos hemisferios. En el primero, asistimos a una suerte de pornografía del sufrimiento. Paladas y paladas de sordidez. Así es la vida del pobre. En el tramo final, descubrimos que, al fin y al cabo, existe la esperanza. También hay gente bondadosa en el mundo. La novela desborda de sucesos (¿eventofilia?). Puede que el
exceso de sentimentalismo rebaje a menudo la eficacia narrativa, pero en conjunto se trata de una obra atractiva, tallada con una prosa rápida con agradables giros coloquiales. Joyce Carol Oates es una narradora de fuste.
Guillermo Belcore
Se publica en los suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 12 de abril.

Calificación: Bueno

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